ENTREGA Y CORAZÓN EN UNA ACTUACIÓN MAGISTRAL DE MIGUEL POVEDA EN LA CATEDRAL DEL CANTE

El cantaor catalán realiza la mayor demostración de
amor hacia el Festival de La Unión, veinte años después de alzarse con la
Lámpara Minera, con un recital flamenco de más de dos horas. Y asegura que
“pese a no estar al cien por cien, mi corazón está a dos mil por hora”

Noche de quilates la vivida en el
Festival Internacional del Cante de las Minas con una actuación histórica del
cantaor catalán e Hijo Adoptivo de La Unión, Miguel Poveda. Con un lleno
absoluto y un público entregado, Poveda ha demostrado una vez más su amor hacia
este Festival y sus cantes mineros. Pese a encontrarse con bronquitis, el
cantaor decidía seguir adelante con su concierto y dar lo mejor de sí: “Si
hubiese sido en otro lugar del mundo, hubiese tenido que suspender. Aquí no
puedo, ni quiero”.
“¡Que tragedia!”, susurraba Poveda.
“Quiero hablaros desde el corazón: no me siento bien, y cuando más ilusión
tenía de estar aquí al cien por cien cantando y perdiendo la noción del tiempo
con ustedes, va y dice la bronquitis, estoy aquí. No sé como enmendar esto, lo
intento, estoy en vuestras manos”, y el público recibe sus palabras con la
primera ovación de la noche. Para concluir “¿cómo hacemos para devolver esto?
Yo puedo volver a La Unión de nuevo y gratis”.
Acompañado por los músicos Juan Ramón
Caro y Jesús Guerrero a la guitarra, Carlos Grilo y Miguel Ángel Soto “Londro”
a las palmas, y Paquito González a la percusión, Miguel Poveda ha ofrecido un
Recital de Cantes Flamencos por Malagueñas y Abandolaos, Alegrías, Bulerías de Cádiz,
Soleás, Tientos y Tangos de Triana, una selección de Mineras (una escrita por
él, la segunda “Quiero hacer fuerzas y no puedo”, de Encarnación Fernández, y
la tercera de su maestro, amigo y artista con vocación, Pencho Cros, a capella),
todas ellas dedicadas a su padre, Francisco Poveda. Proseguía con un repertorio
de Lole y Manuel, una petición del público, “A ciegas”, para seguir por
Bulerías y Fandangos.


Uno de los
momentos más señalados de la noche ha sido cuando se quedaba solo en el
escenario, acompañado de la guitarra de Juan Ramón Caro, evocando la noche
mágica en la que ganó la Lámpara Minera. Ese momento de nuevo ha sido especial:
“hicisteis que me sintiera el Rey, protegido, lleno de amor y magia. Viví cosas
maravillosas en casa de Pencho Cros, en el Vinagrero, con el Barbero,
degustando un caldero en la casa de Diego… Y aprender y convivir con el
escenario, que para mí es sagrado. Es un compromiso, y veinte años después ver
que todo sigue igual y se me quiere y respeta, mi corazón se pone a dos mil por
hora. Espero agradecer el cariño que me ha dado La Unión. Os debo una. Volveré”.

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